Humanimal: hacerse el muerto

Hannah Sanel

11 FEBRERO 2021 | Imagen: Getty.-El uso de tácticas extremas para resolver conflictos es propio de diferentes formas de vida, humana y animal. Una de ellas es el fingimiento de la muerte. En términos prácticos, eso de hacerse pasar por muerto puede resultar muy efectivo.

En estas lides, los humanos son especialmente imaginativos. Sin duda, puede afirmarse que su casuística al respecto es muy variada. Fingir la muerte puede esconder mil y una motivaciones: la intención de cobrar seguros de vida o realizar estafas de otro tipo, evitar la cárcel o, por ejemplo, cambiar de identidad.

Librarse, -evitar o disuadir-, a un agresor (bien sea humano o animal), de facto en o en potencia, es otra de las razones por las que hacerse el muerto puede resultar una táctica exitosa. En el mundo animal, más allá de hacerse el muerto para zafarse de depredadores, encontramos curiosos comportamientos relacionados con las relaciones sexuales no deseadas.

Hay que decir que van más allá de la típica excusa del “dolor de cabeza” o, por ejemplo, la de proporcionar un teléfono falso para evitar una cita no deseada. Y es que el asunto no es nada baladí, puesto que en el caso de los animales, por lo general, se trata de no poner en riesgo la salud o incluso el tipo.

Hacerse las muertas es una especialidad de las libélulas hawker moorland (Aeshna juncea) que ya se han apareado, con el fin de alejarse de cualquier otro macho y encontrar un lugar donde depositar sus huevos. Una curiosidad que debemos a Rassim Khelifa, que las rastreó en los páramos de los alpes suizos cuando era estudiante del Departamento de Biología Evolutiva y Estudios Ambientales de la Universidad de Zurich.

Khelifa se dio cuenta de que, cuando un macho se acercaba de forma persistente, la hembra se detenían en el aire y caía en picado contra las hierbas o el suelo. Una vez el macho había desaparecido, volvía a alzar el vuelo.

En esta especie de libélula, los machos no protegen a las hembras tras aparearse mientras encuentra un lugar agradable y apartado para depositar sus huevos. Muy al contrario, tras aparearse, estas han de actuar en consecuencia y protegerse a sí mismas.

Su reacción, sin embargo, no es tan extrema como la de los caballitos del diablo, insectos muy similares a las libélulas, cuyas hembras se comen a su pareja. En el caso de la especie de araña Pisaura mirabilis se produce un cambio en los roles de género: tras el apareamiento, los machos fingen la muerte para evitar ser devorados por las hembras.

¿Y quién puede culparlos por ello? Como dice Rassim Khelifa, zoólogo de la Universidad deZurich, “cada sexo adopta estrategias reproductivas que sirven mejor a su propia supervivencia y éxito reproductivo”. Sin embargo, en el caso de los humanos, las reacciones son más complicadas, pero no dejan de tener un componente de éxito reproductivo.

Textos registrados en Safe Creative, todos los derechos reservados.