Era el peor de los tiempos, era el mejor de los tiempos...

Lunes, 6 de abril de 2020.- La noche es momento de reposo y reflexión, tarea complicada en tiempos de coronavirus, tan llenos de información, pero sobre todo de desinformación. Ahora más que nunca, cabe afirmar aquello de “poca broma” en relación a los endémicos afanes propagandísticos que pudren nuestra sociedad, convirtiendo en quimera el tan necesario derecho a estar informados. Según las fuentes oficiales, en España, las cifras siguen siendo inasumibles, con un total de 13.127 fallecidos (637 hoy), a fecha de este lunes, si bien la tendencia a la baja del número obliga a ser optimistas en este sentido, siempre desde el más profundo respeto a cada uno de los fallecidos. Los casos contabilizados son 135.032, y ni que decir tiene, la realidad multiplicaría esta cifra.

Mientras seguimos con el agua al cuello y sin una estrategia de ataque decidida, llegan a los medios declaraciones de políticos y expertos sobre cómo debería ser la desescalada, al tiempo que la DGT agudiza la vista de águila para que en Semana Santa no le crezcan los enanos en las carreteras. Igualmente, las Empresas se ponen aún más exigentes ante el panorama que se les presenta con la prolongación del confinamiento y piden más ayudas, porque todo resulta insuficiente hayan nadado en beneficios hasta ahora. Los escrúpulos no los están perdiendo, porque nunca los tuvieron, por lo que siguen como siempre, aunque ahora duela más, si cabe.

A nivel macro, se está librando una guerra económica y dominar mercados es el objetivo prioritario de las estrategias geopolíticas, y el poder que proporciona la economía es tan grande que la guerra entre países es otro aspecto apasionante que analiza con brillantez Pedro Baños en su libro “Así se domina el mundo”, y en este reciente Vídeo, también dentro del contexto del coronavirus.

Baños nos explica de manera didáctica que Estados Unidos ha cerrado las fronteras, se ha sellado, demostrando el egoísmo con el resto, así como Europa, como es bien sabido, que está quedando como el culo, mandando el concepto comunitario a tomar viento, y poniendo en lo más alto el cada vez menos controvertido euroescepticismo. Dejemos en el aire la retórica pregunta de… ¿Para cuándo el cumplimiento de las clausulas de solidaridad? Nueva entrega, mañana por la tarde…

Sea como fuere, la presión desde instancias económicas puede resultar catastrófica pues no permite respetar los tiempos que exige la situación. De hecho, la semana que viene ya se abandona la restricción de actividad empresarial limitada solo a la esencial. Y, cómo no, siguen siendo invisibles los parados de larga duración y otra población especialmente vulnerable, para los que la única esperanza son las campanas de ingreso mínimo que empiezan a sonar, aún lejanas e inciertas. Esperemos que no acaben tañendo lentas a funeral, por pura tardanza.

El sector funerario ha entrado en la agenda mediática pidiendo protagonismo, además de seguir centrándose esta en la terrible injusticia que está produciéndose en los hospitales con los sanitarios, tan desprotegidos que resulta vergonzoso siquiera plantear que tengan que estar jugándose el tipo por una pretendida vocación o responsabilidad inherente a su profesión. No hay duda, merecen reconocimiento los enterradores y demás empleados vinculados a la logística relativa a los fallecimientos, pero sobre todo material de protección adecuado, si lo precisan. Y ya que nos ocupa esta cuestión, no olvidemos que las funerarias fueron noticia por disparar los precios aprovechando el tsunami de finados, quizá por ello están intentando ganar la reputación perdida.

Puestos a reconocer a personas que ayudan a que los difuntos encuentren paz, hay que incluir a la policía y bomberos, puesto que también ellos están expuestos a un claro riesgo en estas lides, habida cuenta de que en muchas ocasiones están entrando, vestidos prácticamente de astronautas en el mejor de los casos, a hogares donde hay muertos por coronavirus.

Al margen de hipotéticos agravios comparativos, hemos caído en una especie de histeria colectiva repartiendo gallifantes y cacerolazos, aplaudiendo o condenando de forma difusa, sin que eso se traduzca en nada concreto. No resulta verdaderamente útil este tipo de manifestaciones, habida cuenta de las perentorias urgencias que plantean la pandemia y de que la solidaridad con los trabajadores que se exponen de forma indignante, intolerable se reduce a unas palmaditas en la espalda. Por lo tanto, mejor sería que en lugar de querer subirse el sector funerario al podium en el que se entregan medallas, los sanitarios se bajaran de él y reclamaran unas mínimas medidas de seguridad para trabajar y menos aplausos vacíos. Porque las gracias se demuestran, no solo se dan, como dice la popular frase.

Vean el caso de esta enfermera que ha dejado su trabajo por falta de medidas, y no se trata de una deserción, sino de una difícil pero lógica decisión. Su drama personal es nuestro drama, en un contexto diabólico, en el que los mercados están haciéndose de oro aprovechando la delirante situación, tal y como ha denunciado de un modo magistral Andrew Cuomo, el Gobernador demócrata de Nueva York.

Frente al aludido vacío de los aplausos, hay proyectos que son todo lo contrario, repletos de buena voluntad y con grandes ambiciones, que son también actualidad. Uno de ellos es la creación del cerebro artificial con el que médicos y matemáticos esperan ganar al coronavirus, en el que están implicándose decenas de hospitales en España para compartir información científica de los pacientes afectados y usar algoritmos que ayuden a tomar decisiones. Igualmente, cabe detenerse y aprender para protegerse frente al contagio, una tarea complicada a la que la ciencia nos ayuda, como hace un estudio de varias universidades que concluye que las gotas del virus pueden permanecer suspendidas en el aire en un supermercado durante minutos.

Resulta penoso que hayamos caído en una especie de histeria colectiva repartiendo gallifantes y cacerolazos, aplaudiendo o condenando de forma difusa, sin que eso se traduzca en nada concreto. No resulta verdaderamente útil este tipo de manifestaciones, habida cuenta de las perentorias urgencias que plantean la pandemia y de que la solidaridad con los trabajadores que se exponen de forma indignante, intolerable se reduce a unas palmaditas en la espalda. Mejor sería poner el foco en la raíz del problema, abordando los diferentes factores que deben considerarse para entender mínimamente el complejo y problema superlativo que tenemos encima. Y aún mejor, haber reaccionado a tiempo, sin ir más lejos, decretando antes el estado de alarma. Mucho antes.

Cambiando de tercio, entre otros intentos de informar, hoy los medios se han visto inundados por el anuncio del programa de “La estirpe de los libres”, liderado por Iker Jiménez en Youtube, tras dar por finalizado  temporalmente “Cuarto Milenio”. Además de reclamar justicia al recordar que “quien nos llamó alarmistas debería sentirse avergonzado”, Jiménez define su nueva criatura como “un club de amigos” que no tienen miedo “a nada ni a nadie”, y que “no piensan quedarse callados”, porque “se nos está ocultando toda la verdad”.

Veremos en qué queda el intento. Por lo pronto, Iker está planteando preguntas incómodas de forma interesante, y desarrollando posibles respuestas, poniendo sobre la mesa interrogantes, y solo por eso ya es un buen comienzo, ya vale la pena. Estos tiempos de tanta incertidumbre son propicios para sus análisis, y también para demostrar, de una vez por todas, que su planteamiento es más cabal y, si me apuran, informativo e incluso científico que el de muchos que lo vituperan. Y en la entrevista concedida a Inma Zamora, el famoso  presentador da en el clavo al afirmar que de esta crisis sanitaria deberíamos aprender a “amar la vida más, a dar importancia a lo que realmente la tiene, como las pequeñas cosas: un abrazo, la compañía… Aprenderemos también a no gastar energía en lo que no merece la pena. La desgracia es que quedarán muchas vidas por el camino”. Cabría añadir también que estas valiosas enseñanzas difícilmente serán generalizadas, también por desgracia.

En algunos casos, como ocurre en otras muchas áreas relacionadas con la crisis sanitaria, se está haciendo un descarado uso propagandístico contra el Gobierno, afirmando que los profesionales funerarios denuncian que las cifras de muertos por coronavirus no cuadran. Obviamente, una cuestión interesante en sí misma, pero solo si se abordara de forma seria, y no cegados por un repulsivo afán guerracivilista. El montaje difundido por Vox sobre la Gran Vía de Madrid repleta de ataúdes es otro despropósito que debiera estar penado, al margen de que Podemos esté poniendo denuncias por este mismo motivo.

Mientras, el ser humano sigue necesitando a la Naturaleza, -aunque el respeto por sí misma, sin fines utilitarios es el único éticamente aceptable-, la Junta de Andalucía aprovecha el rapto de atención que supone la pandemia para practicar el sano deporte de la desregulación ambiental, siempre ese tira y afloja entre cazadores y ambientalistas para los que, por fortuna, no todo vale. Entre las iniciativas que nos dibujan alas para convertir el confinamiento en un viaje continuo, rodeados de Naturaleza, me ha sorprendido gratamente la propuesta de paseo virtual por los parques y jardines públicos de España, a través de la plataforma online “Vivir los parques”. Y, un días más, las redes hoy nos han hecho partícipes de momentos únicos en los que los animales, nuestros hermanos, están ahí para hacernos mejores personas, además de regalarnos una vida más agradable y feliz. Como ejemplo, el inspirador tuit protagonizado por un encantador gato doméstico, y de fondo, las luces de colores de un paisaje nocturno, en el que se nos pide “que esta pandemia de coronavirus nos haga mirar a los demás con ojos de respeto hacia sus vidas”.

También ha sido realmente hermoso y necesario el tuit de agradecimiento que PACMA ha dedicado a “todas esas personas que se desviven por los animales de las protectoras, llueva o haga sol, de día o de noche, en las buenas o en las malas, ¡Muchas gracias por llenar las protectoras con vuestro cariño y esfuerzo!”. En clave de humor, hoy se ha publicado un tuit con un Vídeo en el que un pingüino despierta a un león marino de la siesta, clavándole las uñas al saltar sobre él. Difícil no sonreír, y apuesto a que muchos se sentirían identificados al recordar situaciones entre cómicas y molestas en el hogar estos días de overbooking, con todos los miembros de la familia compartiendo espacio.

Una narrativa de lo cotidiano que difícilmente puede superar la ficción, si bien siempre hubo genios de la palabra que nos supieron acercar a esa magia de un día a día que nos ayuda a entretenernos, a aprender a vivir y ganar en cultura. En esto era un maestro el dramaturgo y pionero en ficción televisiva Benet y Jornet, fallecido por COVID-19 a los 79 años, ha tuiteado su hija Carlota. Un contador único en llevarnos a lugares tan extraordinarios como poco exóticos o lejanos, en los que tú y yo éramos los protagonistas. A la luz de estos tiempos de confinamiento, sirva como homenaje recordar la esencia de sus obras viéndolas desde el tamiz de la conciencia social, del reencuentro, del conocerse mejor a uno mismo, de la resiliencia y del amor entendido como cercanía, comprensión, emoción y empatía. Porque, y a modo de corolario, como tan bien dijo Dickens en su Historia de dos ciudades, hoy convertida en aldea global preñada de claroscuros: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.

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